(Cfr. LNP 30-4-2009) El futuro parece que no se adivina y rige el principio de inocencia. Pero es casi seguro que si el diario local en aquellos embotinados años 70 hubiera reclamado justicia desde sus páginas para esclarecer los asesinatos de dos de sus trabajadores, Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, hoy sus viudas, con sus almas destrozadas, los hijos de Heinrich y la hija de Loyola tendrían al menos la seguridad, y todos los que conocen el caso no estarían tan indignados.

Pero es casi seguro que si el diario local -tan amante de los editoriales tirabombas- no se hubiera quedado callado ante esos hechos aberrantes cometidos contra dos de sus trabajadores, hoy al menos quedaría el registro de sus ansias de justicia.

Es una manera brutal de expresarlo pero no escribir ni investigar sobre el asesinato a tus trabajadores no deja lugar a las sutilezas ni a las teorizaciones. El silencio cómplice mata aun después de la muerte. Es así de sencillo y brutal. La pregunta que nos podríamos hacer es si la impunidad de estos dos crímenes termina con la investigación y las certezas sobre los autores materiales de los mismos. La sensación es que no.

Hay personajes en esta ciudad, es bueno entenderlo por fin, que son más peligrosos que los asesinos materiales de crímenes impunes. Todos siguen sueltos.